Una mirada a los espacios íntimos del Chile del siglo 20
Esta exposición tiene dos títulos: uno se sumerge en el lado sentimental, en una mirada quizás un poco pesimista, pero no absoluta sobre las relaciones de pareja. Hoy en que todo se cuestiona y ya, al fin, nada es tan obvio, esta exposición mira hacia a la casi caduca figura de la vida en pareja monógama. Y lo hace desde y en un país borde y esquina del continente americano, un país aislado, hasta antes de recibir las nuevas migraciones, serio y un poco triste, marcado por una forma de ser que fue además presionada por la dictadura militar que lo aplastó aun más por casi 20 años.
La mayoría de las imágenes de esta exposición corresponde a un Chile previo a este aplastamiento descrito. Quizás (ojalá) este país ya cambió y ya es otro y esta exposición es una mirada a un Chile obsoleto, pero mal que mal es parte de mi historia, biografía y ADN.
El segundo título, o bajada, señala el espacio físico que cobija a estos seres humanos retratados. Los lugares donde el amor (o desamor) se ha desarrollado en este país: los lugares de encuentros, de promesas, de celebraciones, que cobijan a una clase media y sus ritos. Muchos de estos lugares ya no existen, no volverán a ser de nuevo, porque respondieron a una manera de vivir que ya cambió.
Esta exposición está cargada de símbolos extintos: como esa pareja que revisa los regalos recibidos el mismo día de matrimonio, ella con su vestido blanco, en algún dormitorio del hogar materno, leyendo una tarjeta de saludo que acompañó a la cuchillería que el novio luce en sus manos mientras en la cama se despliegan las ollas a presión, espejos y otros objetos que días antes llegaron a la casa. Eso dejó de ocurrir: hoy la lista de grandes tiendas recibe el dinero de los invitados, y seguramente ese dinero se transformará en un pasaje al trópico. Los vestidos blancos de esta parte de la serie más que agregarle glamur o sofisticación a las mujeres, les aporta un look infantil e ingenuo: pareciera que el vestido les restara inteligencia.
Y en la mitad, con belleza y terror nos encontramos con la desnudez de cuerpos en una habitación que a una primera vista representan lo mejor del placer que se puede experimentar de a dos y luego con el zoom en la situación nos enfrenta con una muerte violenta, una violencia que se posó en ellos justamente para detener aquella manifestación de goce.
El lado más optimista de esta exposición sucede curiosa o no tan curiosamente en espacios abiertos. La simpleza de la imagen de un hombre abrochándole los cordones a una mujer en medio de un pastizal, una pareja en medio de un bosque donde la mujer luce junto a su pareja con mucha seguridad y la feliz Lucila Godoy al lado de Doris Dana en medio de árboles gigantes que se vislumbran como rayos de energía que brotan de ellas mismas. Parece que estas imágenes nos hablaran de la naturaleza y su potencia y del bien que nos hace consumirla como consumimos alimentos o como nos guarecemos del frio.
Los invito a estar de acuerdo o en desacuerdo con mis palabras y a viajar en el tiempo, por los espacios que cobijaron amor y desamor chileno con mis pinturas.
Anelys Wolf
Para esta serie de obras se utilizaron como referencia fotos de los archivos del CENFOTO UDP, del programa Memorias del Siglo XX (DIBAM), Museo Histórico Nacional, Archivo fotográfico del centro de iniciativas Culturales templo Nuestra señora de Loreto de Achao, Archivo fílmico y fotográfico de la serie documental Chile Íntimo y de las familias Von Kirein Galvez de la Serena, Alvarado Marín y Wolf Miranda de Ancud.